domingo, 25 de marzo de 2007

Adictos a la gasoline

Oswaldo Perez Cabrera

La dependencia del humano hacia el automóvil es preocupante por decir lo menos. La economía de los países está en parte calculada en cuántos coches se venden mensualmente. La gente lo usa hasta para ir a la esquina a comprar aguas negras gaseosas del imperialismo o su cuádruple mocha que los tenga drogados todo el día.

Para la sociedad machista, entre más grande sea el coche mejor, es como si fuera un sustituto del órgano sexual y una vez que se pone a un humano al volante, se transforma en un ser que se siente superior por estar guiando una máquina. La gente se pone loca. Claxonazos, mentadas de madre, estrés, ruido y lo peor… contaminación. Gracias a nuestra adicción a los automóviles es que gobiernos como el de los Estados Unidos van a la guerra como vampiros hambrientos de sangre negra para alimentar a sus cancerberos metálicos. Gracias a nuestra adicción a la máquina es que el planeta se calienta a mayor velocidad y el humano, egoísta por naturaleza y que además no piensa a largo plazo, no le importa que cuando se hagan más frecuentes los desastres naturales y los estornudos meteorológicos, sus naves último modelo serán pedazos de chatarra oxidada. Gracias a nuestra adicción a los carros es que la obesidad se hace un problema mayor pues la gente tiende a caminar lo menos posible. Lo más absurdo, es que a pesar del alza increíble del combustible, que ya alcanza precios de accesorios de lujo, siguen llenando los tanques para poder ir a trabajar y sacar más dinero para seguir llenando el tanque.

El lavado de coco es mayor a través de la Televisión, también llamada caja idiota, ya que durante los programas de acción de héroes invencibles o científicos mega inteligentes sabelotodo, las telenovelas insulsas, los estupidizantes reality shows, y las magnas contiendas deportivas con gladiadores modernos infectados de esteroides, se pasan comerciales en los que se gastan miles de dólares que se pudieran utilizar en campañas y programas sociales y no en mostrar a “supuestamente gente exitosa” manejando las bestias de acero. Manejan una ideología en la que solo los que posean determinada marca serán cool, estarán a la moda, serán admirados y aceptados por la sociedad. La autoestima va relacionada a la adicción del auto. Los autos de lujo atraen chicas bellas y esbeltas (algunas anoréxicas) y permiten que el dueño tenga un estatus elevado.

Existe la tecnología para producir automóviles eléctricos y se podría invertir mucho más en poner más tranvías y camiones eléctricos en las calles. El coche se debería de utilizar únicamente en casos de extrema necesidad y se deberían de crean propulsiones eólicas, solares o eléctricas, pero claro, nada de eso es tan lucrativo, así que mientras las grandes empresas sigan controlando a los gobiernos, es difícil que podamos progresar y cada día miles de coches son puestos en las calles creando mayores nudos y congestionamientos, problemas de salud, etc, etc.

El culto hacia el automóvil a veces cae en el fanatismo. El cuidado hacia éste se vuelve enfermizo y se sustituye el amor humano por el amor hacia la máquina. Se gasta agua de más lavándolos de las impurezas de la naturaleza que se contamina con todos los productos tóxicos que se derivan de los químicos que se utilizan para que funcione. Se construyen especialmente para la guerra.

La adicción hacia las máquinas acabará con nosotros tarde o temprano, pero eso no importa ahora, mientras eso sucede, lo importante es sentirse poderosos manejando una máquina entre las calles de mi gran ciudad con la mano en la fálica palanca de velocidades.

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