lunes, 15 de marzo de 2010

Protestando los Juegos Olímpicos




Los Juegos de invierno de Vancouver fueron criticados fuertemente por periodistas ingleses, usamericanos, franceses, georgianos y hasta iraníes por diferentes motivos, en su mayoría logísticos. Problemas que van desde fallos en el transporte y largas filas, hasta la muerte de un atleta debido a una pista insegura. Sí, desgraciadamente el competidor de Luge de nacionalidad georgiana Nodar Kumaritashvili murió en un entrenamiento justo antes de iniciar el evento olímpico. Varios competidores se habían quejado que la pista era demasiado rápida y algunos otros sufrieron accidentes.

Sin embargo, las críticas más fuertes vienen desde la misma población de la provincia de British Columbia, sede de los juegos. En una provincia en donde el salario mínimo se ha mantenido congelado por más de 8 años en 8 dólares la hora (en algunos casos 6), en una ciudad donde existen más de 3000 personas viviendo en las calles, donde el problema de salud debido a la drogadicción es alarmante, donde se encuentra el mayor número de niños pobres del país (uno de cada 5 niños es pobre) y donde hay una notable falta de recursos para tratar a los enfermos mentales y a los ancianos, la idea de tener unos juegos olímpicos que costaron más de 7 billones de dólares es absurda. Para muchos pobladores no era un buen momento para organizar una gran fiesta cuando se tienen que enfrentar todos estos problemas agudos. La ciudad y a la provincia quedarán con una deuda de más de la mitad de los costos que tendrá que ser absorbida en su mayoría por los contribuyentes a través de sus impuestos y los recortes a los programas sociales.

Durante el primer día de los Juegos Olímpicos, se dieron cita más de 5,000 personas en la galería de arte de la ciudad para protestar y exponer diversas causas. Entre las denuncias estuvieron la falta de vivienda accesible, la destrucción del medio ambiente, la guerra (ocupación canadiense en Afganistan y Haití), la pobreza, el maltrato a los indígenas y la discriminación hacia los inmigrantes entre otras consignas. Así, se han unido mediambientalistas, paicifistas, luchadores sociales, y el público en general para condenar el alto costo de la justa deportiva que solo beneficia a un pequeño segmento de la sociedad. Dentro de este primer día de protestas encontramos gente de todos los sectores; trabajadores y pensionados, familias, comunicadores, artistas y amas de casa. También se dieron cita gente de muchas nacionalidades, incluidos los rusos que denunciaron el genocidio que llevó a cabo su gobierno en la región de Sochi donde se efectuarán los siguientes juegos olímpicos invernales.


A la mañana siguiente nos levantamos con la noticia que las protestas se habían tornado violentas. Un grupo de jóvenes habían vandalizado la tienda de The Bay y la policía utilizando sus tácticas represivas habían detenido a un pequeño número de personas, por lo menos once. Los manifestantes demostraron su desaprobación hacia las grandes corporaciones que patrocinan el evento y que en su opinión causan mucho más daño al medio ambiente y a los derechos de las personas que lo que ellos causaron al romper los cristales de los aparadores de dicha tienda comercial. Algunos se han aventurado a afirmar que algunos de los encapuchados eran policías que buscaban desacreditar a los protestantes aunque hay un par de ellos que han admitido haber tomado parte en esta destrucción de propiedad privada. Es irónico que los borrachos causaron mayores destrozos durante sus celebraciones que los miles de manifestantes que protestaron la justa deportiva corporativa.

A pesar que más de cinco mil personas protestaron abiertamente los juegos, más de 350,000 descendieron a territorio indígena a celebrar de todos lados del orbe, aunque tampoco es lo que esperaban los organizadores. Ellos esperaban más de un millón de visitantes. Incluso un crucero hotel tuvo que cancelar su estadía en Vancouver por falta de huéspedes y muchos hoteles y negocios que esperaban llenos totales, se quedaron esperando. Muchos de los que llegaron al centro de Vancouver lo hicieron desde los suburbios y zonas conurbadas.

VANOC quienes fueron los encargados de organizar los juegos obtuvieron permisos especiales que los constituyeron en una especie de organización absolutista que les permitió controlar a los más de 15,000 efectivos de seguridad, el espacio aéreo, carriles de tráfico, calles, entre muchos otros privilegios. En pocas palabras, VANOC controló la ciudad durante los juegos olímpicos. VANOC era el gobierno que gastó un billón de dólares en seguridad. Los helicópteros sobrevolaron la zona en racimos y la presencia policial fue intimidante. VANOC rompió varias promesas empezando por el legado de vivienda accesible y terminando con el deterioro ambiental. Los llamados juegos más verdes fueron todo menos eso.100,000 árboles fueron cortados según algunas cifras de los medioambientalistas. Eagle Bluff fue talado para dar paso a la expansión de la carretera que lleva hasta Whistler. Algunos activistas fueron arrestados incluyendo a Betty Krawczyk y a Harriet Nahanee ambas abuelitas, la última murió poco después de salir de la cárcel.

En términos de logística, miles de boletos fueron cancelados por los organizadores cuando el clima hizo imposible que se garantizara la seguridad de los que estarían en la sección de parados o sea, de pie. Los visitantes también encontraron estúpido que tuvieran que comprar boletos adicionales para ver las ceremonias de premiación. VANOC no lo veía estúpido, lo veía muy bien para sus bolsillos. Muchos de los boletos reservados para los VIP, léase políticos, patrocinadores y dignatarios ni siquiera se usaron. La flama fue encerrada tras las rejas, autobuses que se perdieron, máquinas que no funcionaban y otras desorganizaciones que resultan imperdonables en una organización que gastó más de 7 billones de dólares en la organización de este magno evento.

Realmente 7 billones hubieran podido solucionar el problema de la indigencia en Vancouver. Un estudio del 2006 indica que con 250 millones de dólares al año se podría solucionar el problema de la indigencia. Con lo que se gastó en los juegos olímpicos invernales de Vancouver en dos semanas se podría haber resuelto el problema en Canadá. No es que tenga nada en contra de los deportistas, al contrario, pero si me preguntan entre escoger aliviar el sufrimiento humano y el satisfacer el ego de los ricos, pues primero habría que asegurarse que todos tuvieran techo y comida antes de gastarse el dinero en una fiesta para las clases acomodadas.

Desde el punto de vista deportivo, los atletas, (salvo algunas excepciones) dieron lo mejor de si y se escribieron telenovelas que la media sobresaturó como los casos de Joannie Rochette una quebecois que perdió a su madre poco antes de competir y ganó la medalla de bronce en patinaje artístico o Alexandre Bilodeau que fue el primer canadiense en ganar un oro en territorio de Canadá y que se inspira en su hermano discapacitado. Ya ni mencionar el triunfo de la selección canadiense de hockey sobre su archinémesis los gringos, incluso los aviones se retrasaron esperando el final que se decidió en tiempos extras. Muy respetable y admirada la labor de estos atletas, ellos no tienen la culpa de los tejes y manejes, los negocios turbios y las discrepancias sociales de nuestra modernidad. La burocracia y la corrupción de estos eventos que se tornan políticos y lucrativos para unos cuantos no tienen culpabilidad los deportistas que simplemente están persiguiendo sus sueños.

Desgraciadamente las protestas carecen de la fuerza necesaria y del poder de la mercadotecnia. Para que hubiera habido un cambio verdadero, primero tendrían que haberse manifestado la mitad de la población en lugares donde fuera claro que la población no quiere estas desigualdades. Acá en los Juegos Olímpicos su pequeña victoria se cimentó en la creación del Tent City, en terrenos de la ciudad, en donde muchos indigentes convergieron demandando mejoras en el sector de la vivienda. La ciudad estuvo en el 58 de West Hastings durante los juegos y fue terminada el primero de Marzo cuando 35 personas que vivían en la calle fueron destinadas a viviendas. Cabe agregar que estas unidades no existían según BC Housing. Una ligera mejora. Para las 35 personas afortunadas es un gran cambio en sus vidas, pero aún quedan 1,000 más en el vecindario y por lo menos 3000 en todo Vancouver. Al final los juegos olímpicos dividieron a la ciudad, muchos habitantes huyeron de la zona mientras estaban los juegos olímpicos tomándose unas vacaciones extras. Algunos se quedaron a recibiry celebrar con los miles de visitantes de todo el mundo que llegaron a hacer largas colas para pagar cerveza de a 10 dólares y otros decidieron protestar o permanecer enclaustrados en sus casas.

Independientemente de los aficionados y los detractores de los juegos, al final están las cuentas y las promesas rotas. VANOC dijo que nadie sería desplazado involuntariamente a consecuencia de los juegos, muchos hoteles baratos cerraron perdiendo 1,300 cuartos. La vivienda accesible en la sobrevaluada villa olímpica no se ha llevado a cabo, y los que iban a ser unos juegos autofinanciables, pues no lo serán tanto, en fin. Business as usual.

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