lunes, 2 de febrero de 2009

Los silbatos de la ciudad

Hace 7 años que no pisaba tierras aztecas. No mucho ha cambiado en la tierra de los habitantes inusuales. La ciudad de México sigue creciendo hasta perderse en el horizonte, la mancha cancerosa que sube hacia arriba y hacia los lados. Los montes se cubren de casas. Aquí habitan todos. Aquí convive la pobreza extrema con la abundancia y una clase media que se sigue quejando pero no para de gastar, mas bien de endeudarse. Todos tienen automóvil y la mayoría debe mensualidades de los mismos. La corrupción está metida hasta en las uñas del carnicero. Un estudio demostró que el 80% de los policías no son calificados o aptos de confianza para vigilar a los ciudadanos. Pero su presencia es inevitable para el ojo. En todos lados hay patrullas con torretas prendidas, “No queremos que sea un estado policial” dicen los perredistas, luego del Acuerdo de Seguridad que se implementó hace cinco meses por el aumento de los secuestros, los cuales, junto con los asaltos, son cosa de todos los días. Si no mueren famosos secuestrados, las autoridades no reaccionan.El partido Verde, que es una burla en si, pide Pena de Muerte. La solución para ellos es regresar al medioevo.

Los silbatos de la ciudad; el de las tortillas, el de los camotes, los organilleros, las bocinas, las sirenas, los fuegos artificiales, el afilador, un concierto de sonidos callejeros.
México también es la ciudad de la cursilería, las canciones no pasan de moda desde hace treinta años. A la gente le gusta llorar por sus amores perdidos.
Los peseros hacen parada en en cualquier parte, hasta en el carril de enmedio. La gente cruza las calles donde puede y los automóviles viajan muy pegados unos de otros, rozando los metales, la histeria se apodera de todos, el tráfico es a vuelta de rueda. Ya no caben más coches ni personas.

El DF es la ciudad de las bardas y las alambradas, donde todos quieren vivir en fortalezas comunitarias que los separen del resto del vulgo, el populacho peligroso. También es la ciudad de los topes y los baches. Es que aquí donde uno de los 28 millones de habitantes es la paranoia (¿o serán 30 ya?) La democracia nunca ha venido ni siquiera de visita, hay destellos y lo más cercano a ella son las marchas cotidianas de los ciudadanos reprimidos y explotados. La miseria se refleja en cada crucero y en cada semáforo donde el circo ambulante desfila entre vendedores de chicles, limpia vidrios, tragafuegos, payasos acróbatas, niños desamparados y los que venden aguas en pleno tráfico en los ejes viales. ¿Qué decir de los ambulantes que van de vagón en vagón del metro mercadeando los 100 éxitos de cumbia o del rock de los 60, el dominio completo del verbo to be hasta mazapanes y bolígrafos.

La ciudad es insalubre, el agua trae bichos microscópicos y parásitos que provocan diarreas y males estomacales diversos. El polvo se mete en tu nariz y se respira caca seca y humo de camión. El oxígeno vivió alguna vez en esta metrópoli pero se exilió hacia la provincia. La urbe cansa. El stress definitivamente se quedó a habitar en cada uno de los seres quasihumanos que aquí conviven. Ya muchos han mutado para acostumbrarse a este entorno hostil. Han desarrollado cuerpos con grasa producto de la alimentación rica en saturados y calorías vacías. México es el segundo país con más obesos del mundo (todo por su adicción a los refrescos y a las garnachas). La comida, a pesar de ser nociva para la salud y tener efectos secundarios no deseados, aun sabe deliciosa como antaño…Probar los platillos más sabrosos del mundo tiene su precio, y no precisamente monetario.

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