viernes, 14 de diciembre de 2007

2030

2030
En una bodega vacía se guardan los recuerdos de una ciudad pérdida. El vodevil de nuestra imaginación ya echada a perder. Hartos de comer productos expirados y dietas que se arrastran por el mugriento suelo lodoso del hospital abandonado. El aire ha tomado una coloración café, prueba irrefutable del veneno que flota en nuestros pulmones y nos contamina la sangre. La esperanza de vida ya ha perdido su condición positiva. La vejez está en peligro de extinción. El cielo se cierra sobre nuestras cabezas.

El hierro es lo único que sirve, la grasa es nuestro camuflaje y el agua no la limpia, está tatuada en nuestra dermis. Hastiados de tener que beber líquidos sucios, de hervir hasta la hartancia todo lo que nos metemos en el cuerpo. El verde se ha ido apagando y ya pocos vestigios quedan en los polos. El herrumbre y la arena dominan los paisajes. Ya ni las bombas funcionan. Fumando los residuos bajo pórticos destrozados, bajo el arco iris de aceite. El sol se cuela a veces, tenue y baja despacito entre la neblina.

2031
El suelo se llena de cadáveres, la tierra está realmente enferma, le es difícil sostener vida. Tendrá que pasar mucho tiempo para que se disipen los gases mortales y llegue la siguiente glaciación. El hielo que enfriará la corteza endeble. Ahora todo está carbonizado. Monumentos derruidos homenajeando la estupidez del hombre. Robots descompuestos, almas huérfanas, cajas vacías en los puertos solitarios, de los corazones ni hablamos. Las relaciones acaban pronto con los últimos soplos de la vida invaluable.

Algunas especies se adaptarán y preservarán la vida hasta que se aclare el panorama. Estoy seguro que el hombre no será una de ellas. Esta vez no seremos nosotros los sobrevivientes. Insectos y bacterias serán. El humano tiene muchas dudas, ya no cree nada, espera como un pez herido el canto del cisne. El oxígeno es ralo, el viento pesado, taciturno. El caminar macilento. No hay luz al final de los túneles. La espera es tediosa, la desesperación explota dentro de nuestras cabezas. Cada segundo morimos un poco más. Nos acomodamos con una madera como almohada.

Llegará. Pronto llegará el final.

Oswaldo Pérez Cabrera

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