domingo, 24 de junio de 2007

La primera noche

Recuerdo la sensación de la primera vez que caminé por aquí. Era un día como el de hoy, lluvioso, también era Verano. Eso fue hace 9 años. A mí me pareció un lugar misterioso, llegamos a una zona que me parecía un poco vieja, no quiero decir descuidada, nos hospedamos en un hotel de pico de estrella con vista al callejón. Ahí vimos la pobreza y la drogadicción por primera vez, pero no me asusté, al contrario, lo esperaba. Llegué sin haber investigado mucho acerca del lugar, pero me imaginaba que tendría una cultura subterránea asociada con el vampirismo. Así me pareció al principio, una ciudad medio decadente. Hoy recordé esa primera sensación de llegar a un lugar nuevo, de no conocer nada ni tener nada familiar, de estar a tu suerte, de tener que sacar el instinto de supervivencia porque ya viste que hay gente en la calle. El hotel tenía una alfombra de peluche café y unas paredes de madera que olían a humedad, a vejez, a recuerdos acumulados, pero olía a sensación nueva para mí. A veces me recordaba Europa, a veces me recordaba San Francisco o Nueva York, a veces era como si tuviera olores de otras vidas.

Después de dejar las cosas y comprobar la vista hacia el callejón, salimos a explorar nuestro mundo nuevo, cenamos una pizza de a dólar y supimos que sería nuestro alimento rutinario, eso, y las sopas instantáneas. La primera noche Enrique se quedó en la cama, enfermo de algo, una infección nostálgica tal vez. Roque y yo salimos a conectar algo de marihuana y un six pack de Wild Cat. Después caminamos hacia Hastings, pasamos por un mercado chino hacia el vecindario en donde viviría años después, sin saberlo (Strathcona). Después se hizo de noche y seguimos caminando por Hastings, alguien en el Brickyard nos había dicho que el Astoria estaba buscando bouncers. Como hoy, el cielo se estaba cayendo, como hoy, las almas chiclosas se escurrían por las paredes del downtown eastside, y como hoy las prostitutas ofrecían sus servicios y los camellos su mercancía. Pensé que de haber una cultura vampírica aquí tendrían mucha comida en las personas pérdidas en esta zona, eso, si a los vampiros no les importa beber sangre contaminada. Veíamos la parte decadente de la ciudad en la primera noche. Una noche de lluvia y verano.

En el Astoria, Dawn, tras la barra, se rió de nosotros. Nosotros estábamos decididos a encontrar trabajo rápidamente en algún bar y así nos incorporaríamos rápidamente a la sociedad canadiense. Dawn nos dijo que estábamos muy flacuchos para ser bouncers y nosotros nos reímos diciéndole que veníamos del lugar más duro de la tierra y que ese bar de mala muerte era un playground para nosotros. Esto la conmovió a tal punto que nos disparo dos shots de tequila y una jarra de cerveza y nos dijo welcome to Canadá. Le contamos de Tepito y la Tabacalera. El bar es maloliente y lo frecuentan putas en su break y alcohólicos de la peor calaña vancouveriana, a veces metaleros e inconformes sociales. Después, ya ebrio me percaté que la variedad, un tipo con una especie de karaoke y un órgano musical, vestía con un sombrero y un bigotito discreto. El tipo era un mexicano que también acababa de llegar y tocaba en ese bar de mala muerte, él nos invitó otra jarra de cerveza y otro shot de tequila y me puso a cantar rancheras.El poco público gritó y aplaudió. Incluso un par de parejas nativas se pararon a bailar al ritmo de La Ley del Monte y La Canción Mixteca (que lejos estoy del suelo donde he nacido, inmensa nostalgia invade mi pensamiento, quisiera morir de sentimientoooooooooo) esa no sería la primera vez que canté borracho frente a una audiencia, la otra vez fue en Osoyoos en donde la banda de música del bar se enamoró de nosotros y nos invitó jarras de cerveza a cambio de que cantara La Bamba.

Por la madrugada regresamos derrotados y un poco desilusionados con la ciudad, parecía que estuviéramos en East LA, sin duda tendría que haber lugares mejores. Quién me iba a decir que años más tarde iría a comprar cerveza al puto Astoria donde seguramente hubiera vivido Bukowski de haber estado en Vancouver. ?Quién me iba a decir que entrevistaría a todos y cada uno de los inquilinos del Hotel años más tarde?, que vería cada cuchitril por dentro, que vería las agujas colgando de sus brazos, sus sábanas vomitadas y las alfombras meadas?, Quién iba a decir que lloraría en ese bar refugiándome de la vida, en ese rincón oscuro, olvidado de la mano del hombre y de la voluntad de los dioses. El refugio perfecto para nunca ser encontrado. Creo que esa noche el Roque vomitó el baño que compartíamos con todo el primer piso. El recepcionista/caretaker era un tipo igual a Norman Bates, extraño, por la noche había unos hindúes con pintas aún más extrañas. No sé si esa fue la primera vez que me dije que iba a ser más difícil de lo que esperaba. Al día siguiente descubrimos el Cambie y vimos un partido de la copa del mundo......

Oswaldo Perez Cabrera

1 comentario:

Anónimo dijo...

jaja, no mames pinche oswi. tenía mucho tiempo que no veía para atrás.