miércoles, 28 de marzo de 2007

Electrodomésticos

ELECTRODOMÉSTICOS


Se levantó de su estructura horizontal acolchonada con una sensación de hambre; un cosquilleo en el estómago. Se miró en el espejo el cual reflejó su rostro cansado con sus ojos sin una expresión definida. Se dirigió a un cuarto en donde orinó sobre un pequeño charco contenido en una taza extraña, perturbó la tranquilidad de las aguas deformándolas con su chorro amarillento. Después provocó un remolino que cambió las aguas. Bajó los desniveles dirigiéndose al cuarto de alimentos. Cruzó el umbral.

Abrió el estómago de aquel monstruo frío y sacó sus vísceras dispuesto a convertirlas en bolo alimenticio. Las trituró en una vasija que tenía cuchillas en su parte inferior, letal para cualquier ser que midiera menos de 20 Cm. Posteriormente las introdujo en una caja negra en donde elevó su temperatura con una lluvia de radiación y deshidratación, todo tronaba a cada giro.

Las degustó ensuciándose las manos de sangre y grasa; de su boca escurrían líquidos viscosos. Destapó un pomo con una garra metálica, la botella contenía una sustancia negra y gaseosa. Mientras tanto, su compañera manejaba una máquina que absorbía todo lo que estaba a su paso, un viento inverso arrasaba mundos microscópicos. El depositó implementos de vidrio y metal en un dispositivo que los bañaría con agua y jabón despojándolos de los desechos del monstruo gélido. Salió viendo a su mujer de reojo, ahora sostenía un artefacto que hacía girar por el suelo brilloso. Los ruidos eran taladrantes, zumbidos y bloques de sonido, enjambres de insectos parecían escucharse durante toda la mañana. Los habitantes del mundo de concreto no se inmutaban, seguían moviéndose como automatizados siguiendo su patrón rutinario.

Él se dirigió hacia la parte superior de la casa. Entró en el cuarto de higiene, se quitó sus ropas aún calientes y llenas de células muertas de su piel, cementerio textil. Ingresó en un pequeño cuadrado y activó la lluvia artificial que provenía de un tubo metálico agujereado. Mojó su cuerpo librándolo de impurezas, bautizando su ser con aguas cloradas. Se restregó con fuerza como si quisiese arrancarse la tez.

Mientras tanto su pareja sacaba un cuchillo y terminaba de asesinar una fruta partiéndola por la mitad, la puso sobre un motor que poseía una piedra giratoria y extraía el jugo que hacía las veces de sangre de la anona. Tomó el líquido naranja mientras se removía las lagañas de los ojos. Puso un embrión de gallina sobre el aceite caliente haciéndolo brincar mientras cambiaba de color y consistencia, se lo desayunaría dentro de poco acompañado de cadáver de vaca o de puerco. Él encendió la famosa caja estupidizante de la cual salieron voces que anunciaban noticias mientras inundaba la recámara de rayos catódicos. Pasó una cuchilla por su faz librándola de pelo. Sintió una pequeña punzada al hacerse una pequeña abertura, una incisión no intencionada; no le dio importancia al dolor que experimentó.

Su cónyuge encendió un aparato repleto de foquitos rojos y verdes, prefirió los sonidos ya establecidos a las ondas al azar. Introdujo un platillo que simulaba un espejo y se escuchó, casi inmediatamente, una voz vacía con tintes mercadológicos que cantaba al amor con hipocresía y desgano. Ella removía el polvo de los anaqueles.

Desde el cuarto de asepsia, el marido escuchaba una voz desinformadora e hipnótica que decía “La OLP es una pantomima, los árabes son terriristas”, “El clasismo no existe, los millonarios son honrados y filántorpos”, “El sistema está bien”, “los negros son criminales, Marcos es una falacia”, “El PRI está bien”, “El chupacabras acabará con los rebeldes que nos quieren quitar nuestros bienes”, “Televisa está bien”, “Tu cerebro está dopado” “TV Azteca está bien” “Alíneate”, “El sistema está bien”, “El Che Guevara era un fanático, Bush es el elegido del señor”, “Todo está bien”, “Las telenovelas, Cuahutémoc Sánchez y las luchas dicen la verdad”, “Todo está bien”, “De hecho todos los Cuahutemocs son héroes”, “Todo sigue estando bien”. Mientras su psique era manipulada por las somíferas voces, ella encendía el poderoso motor de la bestia de lámina de cuatro neumáticos. Él se disponía a secarse el cabello aún húmedo con una pistola que expulsaba aire caliente. Sin embargo, al conectar los dos dientes del cable en los dos agujeros hechos exclusivamente para embonar y proporcionar la energía requerida, sintió que su cuerpo vibraba sin control. Sus entrañas se encendían, no lograba entender que es lo que estaba sucediendo, un olor a chamuscado le insinuaba que estaba siendo electrocutando. La electricidad tan vital para la vida, se la estaba arrebatando. Su mujer aceleraba llenando de gases tóxicos el ambiente con el fin que la bestia se calentara. El ronroneo mecánico evitaba escuchar el grito ahogado del moribundo. Sin embargo, tampoco le dio mucha importancia al hecho que estaba a punto de ocurrir si seguía pegado a la energía invisible. La vibración cesó y él cayó de espaldas. La televisión hablaba del estado del tiempo y decía que el calentamiento global es controlable. Mientras tanto en su trono misericorde, Dios oteaba entre aburrido y hastiado.

OSWALDO PEREZ CABRERA
México Distrito federal 1998

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