Se despertó como todas las mañanas de su vida. De esa vida que le había parecido tan corta, pero a la vez tan larga. No sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había permanecido de esa manera. Así, tan quietecito, tan desinformado. Despertó con la indiferencia e incoherencia de siempre, como todos los amaneceres de su ¿Efímera o eterna existencia? Sin embargo, ese día se sintió diferente, un extraño presentimiento le rasguñaba la mente. Durante meses todo había sido placentero, había tenido esa sensación de flotar en el espacio, de volar bajo olas de mar o nadar entre la brisa de un viento primaveral. Sin preocupaciones, había sentido que tenía todo al alcance de su mano –el mundo es tan pequeño y me quiere tanto- Las millones de partículas amorfas y las geométricas eran sus amigas, todas ellas le platicaban de cosas banales. La oscuridad en ocasiones se tornaba rojiza y le proporcionaba calor, ¡Qué bien se sentía consigo mismo! Incluso Dios le susurró algo alguna vez, lástima, no significaba nada para él, porque no lo necesitaba, ya era libre en su ignorancia ¿El pecado? Podría ser un respiro o una blasfemia, no lo conocía. Inopia adulterada. Una gama de colores se filtraba entre aguas ácidas, un salón desierto, alguien lo esperaba y él no tenía aún su boleto, una marometa en el vacío le demostró que estaba vivo. Quiso sentir amor, pero tampoco lo conocía, quiso sentir odio pero, desconocía la palabra. Registró en su memoria, pero, todo se le escapaba, tenía que escribir algo sobre ella, ¿Acaso tenía recuerdos? Y si los había ¿Cómo saber si eran tristes o felices? ¿Cómo saber el significado de esos vocablos tan subjetivos? ¿Y su nombre? Una etiqueta automatizada en busca de un ser. -¿Y si me río? ¿Y si lloro? ¿Y si escucho lo que tu quieres que escuche?- se alimentaba de ella como una adicción incurable, su visión kaleidoscópica no le permitía ver que era un parásito inconsciente. Pero, ese día, ese día sintió algo en el cálido ambiente, solitario en su vivir ermitaño, una extraña sensación el picoteaba el interior. Conoció el miedo. El vortex que su imaginación dibujaba cual paisaje, el espiral en colores negro y oro, el sabor a sal, todo lo presintió como si lo hubiese vivido un millón de veces antes, su conocimiento lo traicionaba. Su primer Deja Vu le confundía la razón, pero, ¿Cuál razón? Alguien le informó que ya era hora. La maldita y no deseada hora cero, se aterrorizó al empezar a tomar consciencia del momento inevitable. Un escalofrío le recorrió el cuerpecillo, pudo sentir dolor a su alrededor, aquel dolor que pocos pueden experimentar en vida, masoquismo y orgullo convergiendo en el punto. Pena, coraje y obstinación se respiraba en el ambiente, pero él ¿Qué tenía que ver con todo esto? ¿Por qué no lo dejaban en paz? Era imposible, un dictador llamado destino había puesto su dedo en él. Desgraciada predeterminación. ¿Debía dar las gracias o condenar los hechos? ¿Por qué no le consultaron antes? Pero, si no sabía de palabras, de acepciones, ni sinónimos, no significados, hubiese dado lo mismo, las marionetas no conocemos el futuro, ni comprendemos el por qué de nuestro entorno, simplemente nos dejamos llevar por la corriente.
El momento había llegado, el presentimiento era real, no había escapatoria alguna, si tan sólo supiera rezar. Tuvo que despedirse de todas las partículas, de los seres minúsculos, de la paz, de la tranquilidad, de la indiferencia. Comenzó a sentirse arrastrado, luchó por última vez, pero intuyó que sería infructuoso, dio la última maroma y vio el espiral de sus sueños, un túnel con visiones aterradoras, una luz al final del tortuoso camino. Apenas y cabía, su cordón le dificultaba la ruta, le obstaculizaba sus movimientos. Frío y desesperación fueron sus primeras sensaciones, dos sensaciones nuevas añadidas a su psique.
Por fin llegó horrorizado a su destino, un ruido infernal taladraba sus oídos, sintió que su cuerpo se helaba ante el cortante viento, no podía flotar mas, podría despedazarse contra el suelo que lo atraía seduciéndolo sin aceptar un no por respuesta. Paroxismo hacia lo desconocido, cerró sus ojos y desgarró la garganta desahogando y tratando de bloquear su trauma. Descubrió su instinto de supervivencia al verse solo sin su cable salvavidas, sin su entorno mágico, sin su atmósfera de ensueño, Dios lo amenazó y se resignó. Se pensó pionero en un mundo bizarro y alienígena, pero su miedo primitivo ya le era familiar.
Fue manipulado por manos gigantes, nadie le pidió permiso, fue utilizado, sufrió indefenso sus sensaciones primarias, noveles sentimientos, pueril e inocente. Le presentaron al dolor, al frío y al miedo, tres caballeros sin piedad que lo acompañarán por siempre.
- Vive, vive, vives, lloras, sufres, te atosigan, ahora ya eres un esclavo de una puta llamada sociedad. Bienvenido a tu nuevo hogar.
Inmerso en su desesperación, escuchó unos gritos chirriantes que retumbaron en su cabeza, no los pudo comprender, como tampoco comprendía todas aquellas sensaciones desagradables que estaba experimentando. Todo aquello le lastimaba sus tiernos sentidos.
- Es un niño, es un niño, felicidades, es un hermoso y robusto niño.
Él, él se quiso morir.
OSWALDO PÉREZ CABRERA.
martes, 10 de abril de 2007
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1 comentario:
Cuentos terrorificos o vitales?????????? Acaso no tienen mucho de nuestro diario existir????????, sera que mi vida, la tuya y las de tantos son solo, al fin de cuentas, indescifrables e intrincados capitulos de terror?????...
Hoy cruzo la agonia de una bronquitis que me tiene al borde de la locura, por lo cual mi actual "positivismo" no deberia causar "sorpresa"...Gracias una vez mas por compartir, nos vemos el martes...
Maria Gourley
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