El sexo y San Juán
Baje desde los caireles de la tarántula jugándome el poco pellejo que me quedaba. Sentí mis cabellos como antenas y los candelabros del alma centinela de pasiones oxidadas se convirtieron en macabros. Caí en el rincón más Atlántico y me gustaría lubricar mis neuronas con el ron duro y oscuro de esas latitudes. El piso ondulado de mi habitación de hostal y las ondas sobre las olas, frías por naturaleza que construyeron una estrecha fortaleza.
Y yo quiero botas que floten a través de los océanos hacia tu locación remota en donde conviven perros sordo ciegos con musas incautas, tu alma liberada que vaga por bosques interminables habitados por seres invisibles al ojo humano que dan conciertos particulares y cuentan novedades que hacen envidiar a las estrellas expectantes y demás público noctámbulo. Fantasmas caducos y carreteras congeladas y ojalá las nubes tuvieran caminos y senderos entre las fortalezas blancas interminables y llevarte a zonas más verdes y secciones más amigables. Mi cueva blanca con ilustraciones mate.
Ángel transcontinental adoptivo, imagen conciliadora de regiones ya visitadas por mí.
El tiempo es canalla. Ella llevaba un morral muy parecido al mío. Yo estoy seguro haberlo visto por una calle de la Commercial sobre sus hombros. Y el maldito tiempo nunca nos dijo que íbamos a converger en el punto más este del Canadá. Poderle haber dicho en aquel pasado, te veré en el futuro en otra comunidad, porque te conozco porque te conoceré. Pero así es el destino; romances incompletos y viajes inconclusos. Damas en viejos automóviles, celuloides en los cerebros, recuerdos y la felicidad es la siembra de la nostalgia. El puto yate y el helicóptero, granjeros de llamas andinas, la perrita canina de moda vestida de negro, la guitarra y la nostalgia. Las nuevas formas de las sociedades. De regreso a la ciudad que hay pancartas que pegar y letras por plasmar. Confiando que el destino te vaya llevando entre tus veredas de soledades y tus fantasías carreteras hacia una exploración en bajo techo local. Que te guíen por este país casi interminable porque habrá futuros, los he visto. Y así convergeremos hasta que el vino reemplace la sangre y mi lengua se memorice los trazos de tus pecas.
Oswaldo Pérez Cabrera
St. John's New Foundland 2005
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