La muerte habita en los orgasmos, se disfraza de placer para otear en nuestro mundo, quiere ver por la rendija de la electricidad qué se siente estar vivo, écharle un vistazo al placer de ser. Tal vez el orgasmo es el hijo menor de la muerte, vástago heredado a los hombres en compensación de su alma. La muerte pequeña la llamó Bataille. Don Muerto citó a Sade, a Miller, a Bukowski y a varios más dentro de lo que sería su mente. su cerebro invisible proceso cantidades inimaginables de información erótica. Desgraciadamente Don Muerto no puede sentir los placeres de la carne, pero no los necesita, tiene impregnada cada sensación que experimentó en tierra. Miles de momentos, miles de recuerdos que se conjugan al mismo tiempo. Don Muerto tiene un sentido que le permite ver millones de cuadros informativos al mismo tiempo y comprenderlos todos, como si viera su vida en una pared, como si el presente se extendiera hacia el infinito y no existiera el pasado ni el futuro. Todo estaba ahí, con todo y las memorias de las sensaciones y sentimientos humanos.
La muerte habita en los orgasmos. Se disfraza de papel, de morrita o de gran señor. Morir es el mayor orgasmo de la vida. El sentir que uno se viene completamente, correrse hasta el fin, nos convertimos en un pene gigante que eyacula el alma, todas nuestras sensaciones se concentran en un punto y la intensidad es indescriptible, enorme, catastrófica. La muerte es la emoción máxima del humano. La vida es el foreplay, el calentamiento, el juego sexual, la mezcla de sentimientos acumulados durante nuestra existencia hasta llegar al climax de la inexistencia. Desde el nacimiento somos condicionados para verla como un destino inevitable. Lo único certero es que todos vamos a llegar a ella. Don Muerto volvería a reencarnar solo para sentir esa caída hacia el vacío. Volver a reencarnar para poder volver a morir. Hasta no verte muerte.
Don Muerto habita en los orgasmos. Organismos mágicos que crean algo magnánimo cuando se comparten. Don Muerto se mete entre las reacciones químicas que saturan el cuerpo cuando se estremece en ondas de placer, como surfeando en olas de sustancias verdes, va sobre torrentes de líquidos invisibles para el microscopio. Todos queremos vivir en el éxtasis perpetuo, pero solo los seres avanzados pueden lograr tal estado de Nirvana. Don Muerto sabe que para eso hay que dejar la carne y no volver a reencarnar en este infierno de semillas disecadas. Maldito vicio terrenal. Su dimensión es como un pergamino gigante privado de la compañía, vagando en la mar de la nada, en su purgatorio personal. Don Muerto busca entre la oscuridad la energía del amor a través de los orgasmos humanos. Se quiere mandar a mudar entre los espasmos y el sudor de los amantes. Mientras lo amantes dicen jadeantes antes del clímax-por favor espera, que siento que me voy a morir-.
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