Sólo el viento. Solo, el viento.
Llueve. No ha parado de llover en muchos días. El arbolito de navidad se ha pegado un tiro; en nuestra cabeza aún retumba el eco de los estallidos. Están lloviendo copos ácidos que refrescan los cadáveres que el Bush sembró. Él se ha ido a ver la tele, la radiación hace que le sangre la nariz, con la punta de un dedo recoge una gota y con su lengua bípeda saborea su propio combustible. Cuando claree los campos estarán inertes.
Sólo el viento del norte provocará movimiento.
Sólo el viento del norte provocará movimiento.
Hierve. No ha parado de hervir en muchas noches. Los clones y robots biológicos ayudan a la destrucción de sus coterráneos; en nuestra cabeza aún nos agujeran sus chillidos. Están ardiendo gases venenosos que el ejército desperdigó. El presidente se va a la cama con una conciencia inexistente y un cuerpo decrépito y rasposo; una coraza y una arpía completan el lecho nupcial.
Sólo el viento del norte seguirá soplando.
Sólo el viento del norte seguirá soplando.
Tiembla. No ha parado de temblar en varias horas. Las detonaciones hacen que nuestro cuerpo también tiemble mientras los truenos metálicos nos dejan sin escucha. Están temblando futuros y predicciones que los halcones se encargaron de alcanzar. Aves de presa sin moral ni cerebro de funcionamiento a corto, mediano y largo plazo. Nos van dejando huérfanos de espíritu con el alma manchada.
Sólo el viento del norte seguirá soplando.
Sólo el viento del norte seguirá soplando hasta el otro lado de la pelota mientras la vida se desinfla y los arbolitos de navidad cometen suicidios colectivos.
Sopla el viento llevándose las esporas de la muerte y desperdigando el polvo provocado por la ambición ridícula que sólo producirá desolación. Obama cosecha. Y el viento soplará. Al amanecer los campos quedarán inertes. Sólo el viento del norte provoca moviemiento.
Sopla. Sopla. Sopla.
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