lunes, 25 de mayo de 2009

Tarde, Noche y Mañana.


Se incluye fragmento de un post anterior, pero ahora si va completo....

Tarde

Me gustan los días grises donde la lluvia roza mi melancolía mientras yo acaricio con los guantes de la imaginación las melodías insignes. Yo siento la nostalgia en tiempo presente, es decir, no tengo tiempo de ser feliz cuando la tarde ya me hace extrañar la felicidad del medio día. Me gusta lo inexistente. El paisaje vespertino de la ventana siempre se me hace extraño y extraño. Recuerdo México y sus tardes grises que me llenaban de energía y me hacían salir en busca de aventuras. Recuerdo los amigos, las amantes, las lluvias de otros tiempos. El crepúsculo sigue siendo mi hora favorita del día. El mundo gira y en el horizonte se pintan colores pastel. Vancouver también me parece lejano y casi pierde su familiaridad. Me he hecho roble en una ciudad accidental en donde he vivido varias vidas igualmente fortuitas en diferentes direcciones. La núbil ciudad va en declive apenas en su adolescencia. Es una pena porque la quería. Inalcanzble para mucha gente que ve sus sueños despedazados entre las grietas de las aceras donde buscan su pedacito de cielo que se ha convertido en un infierno mojado. Inasequible para los ciudadanos comunes que van perdiendo su libertad económica. La frescura de la tarde me impulsa hacia arriba, hacia donde nace el agua que cae incesantemente sobre la naturaleza robada. Se cierra la luz, poco a poco, lentamente se extingue la visibilidad y yo subo alto.

Noche

Sobre los tejados las criaturas van saltando, confiscando el viento, desgastando los aleros. Desde arriba las criaturas otean el mundo que se viene abajo. Mientras ella salta delante mío, sé que pronto tendrá que aterrizar. Yo la persigo incesantemente por el mundo. Las luces de la ciudad se intensifican mientras voy hacia arriba, volando hacia la cúspide de los sueños anaranjados que se encienden ante la negrura de la noche y se atreven ante la tenue luz de la luna que trata inútilmente de alumbrarnos. Me pregunto ¿Qué ciudades estarán allá abajo mientras vuelo sobre el mundo? Creo que es el Mar del Norte. Sobre el cielo pavimentado vamos migrando hacia otras latitudes, bienaventurados los seres alados, los que pueden emprender el vuelo con el pensamiento, los etéreos. Las luces tintineantes me guían entre la oscuridad y los gases de la atmósfera rala. Deslizarse por los aires es la actividad favorita de las criaturas oníricas y las quiméricas. Flotar sobre el suelo, por sobre las ciudades, por sobre los mundos macroscópicos, por sobre todas las cosas. Rodar macilento sobre la atmósfera, traspasar las nubes que escupen lluvia lenta, ácidos volcánicos que se elevan desde el centro de la tierra. Yo soy áereo. Hasta por fin llegar al tope, al techo frágil del mundo. De ahí a saborear las estrellas. Ya soy etéreo.

Mañana

De mañana amanezco en una ciudad desconocida; monumental, con construcciones antiguas. La gente habla en una lengua extraña, foránea para mí. Recuerdo las Ciudades Invisibles de Italo Calvino y me siento personaje de ficción, tal vez me inventó Borgues y ya no me acuerdo. No recuerdo cuándo fue que me escapé de los libros. Igual extraño el conocimiento que he perdido en los pantanos oscuros y profundos de la memoria; ahí seguirán, pero no puedo asirles. Me desperezo tomando conciencia de mis alrededores y soy feliz. Me sacudo el polvo de sueño que aún ensucia mis ojos lagañosos. Por hoy hemos aterrizado. De mañana la nostalgia duerme y puedo disfrutar del vuelo de la noche anterior. Explorar de la mano esta ciudad de iconos culturales y movidas subterráneas, inmiscuirme en la historia de esta sociedad que ha intentado escribir un capítulo con tinta roja y al final ha caído en la trampa de los mortales. Yo he descendido en el otro lado del mundo y le canto una oda a esta jungla de concreto bizarro que sirve como puente entre el oriente y el occidente. La mañana es gris y quiero alargar el presente para extrañar extasiado, por la tarde, mi mediodía ruso e imaginarme temas de películas de culto mientras camino y pateo sus calles. Me levanto. Buenos días Moscú.

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