El primier Ministro Stephen Harper dio una disculpa pública de parte del gobierno canadiense por haber apoyado las Escuelas Residenciales para Nativos que funcionaron en este país desde 1880 hasta los años 60s, donde muchos niños indígenas murieron y sufrieron abusos sexuales y físicos. Fue un supuesto programa de asimilación dirigido por la iglesia católica, pero la verdad era una forma racista de controlar a las primeras naciones canadienses.
Kevin Annett ha sido el vocero principal en la denuncia de todas estas atrocidades, manifestando que se necesitan investigaciones forenses para llegar hasta el fondo de este periodo desgraciado en la historia de nuestro país. Lo que sabemos es sólo superficial, muchas atrocidades aún están por descubrirse. Annett ha calificado el comportamiento de estas escuelas residenciales, que además eran obligatorias para todos los menores de 17 años, como un holocausto.
Por eso una disculpa de Harper se antoja poco sincera. A pesar que es un principio para empezar a sanar las heridas, que en palabras del Jefe máximo de las bandas aborígenes Phil LaFontaine describió como “Un cuchillo inmisericorde que corta el alma”, las disculpas no incluyeron ninguna promesa de mejoras para las reservas, ni el reconocimiento a la Carta de los derechos Indígenas de las Naciones Unidas, ni una investigación profunda sobre las conductas racistas dirigidas por eclesiásticos supremacistas quienes fueran los encargados de las escuelas residenciales. De los alrededor de 150.00 niños que pasaron por estas escuelas patrocinadas por el Estado, aún viven alrededor de 80.000.
"En el nombre del gobierno canadiense y de todos los canadienses me encuentro delante de ustedes (...) para pedirles disculpas por el papel del estado canadiense en el sistema de internados para indios", dijo Harper.
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