Auto inmolaciones y sacrificios humanos.

De la serie Ocupación en tu tierra


Oswaldo Pérez Cabrera

Desde tiempos inmemoriales siempre han existido dos clases de hombres, los que manipulan y los manipulables. Entre ellos existe una gran cantidad de grises, pero siempre los manipulados son los más. El sacrificio de la vida en aras de la religión o el estado es tan antiguo como los mismos y es un producto de estas manipulaciones. El grado de fanatismo religioso o fervor nacionalista al que llega el ser humano puede resultar sorprendente, tanto así, que es capaz de dar su vida por una causa. Este fanatismo se da por cuestiones de la fé, y como mencionabamos anteriormente, por patrioterismo desmedido. Los soldados son la prueba de ello. En la antigüedad las guerras eran ocasionadas por las mismas causas que hoy en día: expansión territorial y apañamiento de los recursos de la tierra ocupada. Solo que el humano al ir “evolucionando” tuvo que ser condicionado para pelear. En el continente europeo, durante la época de los romanos e incluso en épocas prehispánicas, en el contienente americano, las sociedades eran más sinceros y consecuentes; le llamaban al vino, vino, a la orgía, orgía, a la guerra, guerra y al sacrificio humano, sacrificio humano. Los guerreros eran guerreros porque era una clase privilegiada y el pretexto de la guerra por conquistar no se ocultaba. Luego estaban los sacrificios a los dioses, que aún no estaban relacionados a una guerra santa. Las cruzadas medievales son un ejemplo del condicionamiento que vino después. Los medievales utilizaron a la religión como pretexto. Actualmente los medios de comunicación relacionan las inmolaciones con la religión musulmana ya que a los que mueren en la guerra santa se les promete el cielo en donde encontrarán a 72 hurís o doncellas siempre vírgenes. Sin embargo, la religión católica fue la precursora de esta idea de los mártires y sus palacios celestiales para ganar adeptos en sus cruzadas.

Supuestas visiones del Pastor de Hermas y Santa Perpetua cerca del año 150 después de cristo ya hablan del cielo de los mártires, un lugar donde se les corona en compañía de ángeles y fanfarrias. A partir de ahí y hasta el siglo XI la idea fue floreciendo, concediéndole un lugar especial a los que se sacrifican en aras de su Señor omnipotente y descansan a la derecha del padre sobre las estrellas. Esta idea de compartir el cielo con otros mártires y poder tener visiones del Divino se le conoció como Visto Dei en latín y se puso de moda cuando se dieron cuenta que el mundo no se acabó después del año 1000.

El Papa Urbano llamó entonces a las cruzadas contra el Islam (y de paso los judíos que encontraran en el camino) en 1095 atendiendo un llamado del imperio bizantino donde moraban los católicos ortodoxos, que aunque rivales, apelaron al espírtu cristiano y el Papa que necesitaba empujar a la iglesia católica hizo un llamado a los fieles a una guerra santa que tendría como premio el martirio y por consecuencia el cielo eterno. Dios a través de su boca había dado licencia para olvidarse del 6 mandamiento “No matarás” (supuestamente no aplicable si se tratara de matar infieles). Debido a la calidad casta de la religión católica suprimieron la parte de las vírgenes en el sermón del máximo pontífice que un año después vio un ejército de príncipes, soldados y gente común de Francia, Alemania e Italia partir para el oriente a mantener a raya a los turcos musulmanes. Sesenta mil hombres partieron a Jerusalén a 5,000 kilómetros de distancia. Leyendas surgieron después de las masacres como aquella en Brindisi donde la historia cuenta, se vieron 400 cuerpos flotando por el puerto y en todos aparecieron cruces en sus espaldas u otros asesinados por sarracenos a los que también milagrosamente les aparecieron estigmas en los brazos en forma de cruces, como si Dios hubiera marcado a los suyos. La venganza siempre ha sido una motivación muy fuerte para lograr sacar coraje a los mártires que al final se convierten en carne de cañón. La religión los convencía que adelantar su muerte en pos de la causa divina aseguraría su entrada al cielo eterno. Los guerreros cristianos preferían siempre la muerte que convertirse al Islam, la auto inmolación nació entonces cuando se mataban tratando de llevarse algún enemigo (recuerden que la venganza es parte fundamental de su comportamiento).

En el siglo XII estas prácticas suicidas se adoptan en Persia y se sigue con los cruzados y los musulmanes que, cegados por el odio y las promesas religiosas del cielo feliz, se entregan a la muerte para escapar el sufrimiento de la guerra. Los judíos también visualizan una especie de cielo en donde serán recibidos siempre y cuando hayan muerto defendiendo su religión y sus costumbres. Éstos llegarían a un lugar llamado “Gan Edén”.

Ya en épocas modernas los judíos también practicaron el suicidio con hombres bombas cuando atacaron a los ingleses para obligarlos a que les cedieran este territorio a través de la Liga de naciones en 1947. Sin embargo, estos hechos no son muy publicitados ya que más que por motivos religiosos se debieron a conflictos territoriales. Los musulmanes también adoptaron estas tácticas yendo contra las enseñanzas del Corán o haciendo una excepción como en el caso de los católicos, quienes incluso en la guerra de Iraq y Afganistán siguen obviando el sexto mandamiento por decreto divino ahora de su presidente. Otros suicidas famosos son los “kamikaces” japoneses: pilotos que se lanzaban con sus aviones llenos de municiones y explosivos contra los portaviones usamericanos. Los camicaces, (kamikases = viento divino), morían por el honor y por salvar su imperio. Aunque en Japón no se les prometían dádivas divinas, este tipo de suicidio era considerado una cuestión honorable.

Mientras la industria de la guerra siga contando con fieles ovejas dispuestas a enrolarse y dar la vida por una misión de conquista y expansión seguiremos teniendo conflictos. La conquista por el Medio Oriente ya lleva más de dos mil años. La cruzada moderna se alimenta de soldados dispuestos a dar su vida por su patria y sus creencias y los defensores a dar su vida por su religión y tierra. A cada quien su cielo particular lo aguarda.